La locura y los manicomios son dos conceptos que socialmente tenemos anclados con esta lejanía poco probable en nuestras vidas, jugamos, a veces, con esta constante de estar loca de atar o con el tema de las camisas de fuerza. Lo pensamos como una metáfora, pero qué hay de las mujeres y hombres que si terminan en esos lugares… es más ¿Qué hay de los manicomios de principios del siglo XX? En particular uno en el que se interesó una autora, todo esto se los digo por el libro que reseñamos esta semana en Historias Sin Spoilers, se trata de Nadie Me Verá Llorar de Cristina Rivera Garza.
Cristina Rivera Garza nació en Matamoros, Tamaulipas en 1964, reside entre México y Estados Unidos, donde es directora del Máster en Bellas Artes en Escritura Creativa de la Universidad de California, San Diego.
Ha obtenido algunos galardones muy importantes a nivel nacional e internacional como el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2001 y 2009, así como el Premio Roger Callois en 2013, otorgado en Francia. Ha cultivado la novela, el cuento, la poesía, el ensayo, además de su trabajo como académica. Entre sus obras más destacadas encontramos a Nadie me verá llorar, La Muerte Me Da, Los Textos del Yo, entre otras.
Nadie me verá llorar comienza con un prólogo que pone en claro que esta novela fue concebida muchos años atrás, entre los años 92 y 93, dónde Cristina comenzó a indagar en el mundo de las mujeres del Manicomio General conocido popularmente como la Castañeda, que tuvo su actividad en las primeras décadas del siglo XX y que fue una concepción de un proyecto ambicioso del periodo porfirista, que lamentablemente sucumbió ante el olvido y el abandono. La visión de Cristina es amplia, producto de su documentación para realizar su tesis doctoral consultando documentos y fotografías que se encuentran en el Archivo Histórico de la Secretaria de Salud en la ciudad de México.
Originalmente la novela fue publicada en 1999, la edición que llega hasta nosotros es la de 2014 y Matilda Burgos sigue percibiendo la presencia de Joaquín Buitrago, dos seres que deambulan entre la realidad y la fantasía, con una prosa poética que da vaivenes y nos pone a danzar cadenciosamente mientras nos adentramos a sus historias de vida ¿Cómo es que alguien llega a convertirse en un fotógrafo de prostitutas y luego de locas? Son preguntas que intentan ser respondidas mientras nos adentramos en las historias de vida de ambos.
Todos los tumbos que dan entre la adicción a la morfina y el abandono familiar, la soledad, el no encontrar el lugar en el mundo. En la búsqueda constante de la felicidad, de la compañía, atravesados por la locura, la enfermedad, el vacío.
Destaca la minuciosidad sobre los detalles y los hechos históricos que Rivera Garza nos señala, la forma en hilvanar las historias de otras locas de La Castañeda, sus diagnósticos y tratamientos.
Navegamos también a otros lugares: Papantla, el Tajín y Real de Catorce. Nos encontramos en compañía de personajes también importantes como Eduardo Oligochea y Paul Kamack que aportan lo suyo a este destino cruzado entre Matilda y Joaquín con su locura adictiva y sus soledades a cuestas que reúnen en esa casona de Santa María la Ribera.
Sin duda Nadie Me Verá Llorar es un relato único en su plano transgresor, retratar temas frontera como la locura, es un acto de valentía que detona justo como Cristina lo ha dicho en la necesidad de contar, de recrear «el cómo si», que surge de observar una fotografía ovalada de una loca. Ojalá se acerquen a esta maravillosa obra, que en palabras de Carlos Fuentes es una de las novelas más hermosas y perturbadoras que se han escrito jamás en México. Editada por Tusquets Editores. Cerramos con un fragmento:
«Dentro, en una tarjeta del mismo color, encontró la siguiente frase: Todas las mentes enfermas y carentes de buen gusto y arte juzgan al desnudo como inmoral. La firma era de Matilda Burgos».
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